Emilio Salgari fue un escritor y periodista italiano que muchos hemos tenido la suerte de leer. Trabajaba de sol a sol y sus novelas eran leídas por toda Europa, incluso por la Realeza, aunque extrañamente vivía en la miseria. Por contrato, a su primer editor le entregaba tres novelas anuales a un escasísimo jornal que no le alcanzaba para darle de comer a su mujer y a sus niños.
Como novelista inventó a Sandokan, vendió 120,000 copias de golpe y también inventó a Emilio Di Roccabruna, más conocido como Il Corsaro Nero. Su fama ascendía por el mundo pero seguía pobre, sus amigos le aconsejaron cambiar de casa de Editores y se asoció con Bemporad, pero lo estafaron nuevamente y sus deudas se agudizaron. Encima, a su mujer debieron internarla en un loquero y Salgari era madre y padre de sus 4 niños, cumpliendo a la vez con las entregas del trabajo.
Puesto a ensanchar sus ingresos, consiguió trabajo extra en un periódico, pero el celoso y resentido periodista Giuseppe Biasioli lo insultó y lo retó a duelo, entonces Salgari le dio una lección surtiéndolo con espadazos. Lo encerraron en un calabozo.
Luego de un tiempo en la prisión retoma su vida, escribiendo y cuidando a su mujer y a sus niños en la miseria hasta que un día se le hirvieron las venas en serio. El italiano se subió a una colina con una espada de acero y se suicidó como un Samurai: se abrió el vientre destripándose, poniendo el grito en el cielo bajo el método harakiri.
A sus hijos les dejó una herencia total de 150 Liras. A sus editores esta carta:
“A ustedes Editores, que se han enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, sólo les pido que en compensación por las ganancias que les he proporcionado, se ocupen de los gastos de mis funerales. Los saludo rompiendo la pluma“.
Emilio Salgari
– Por Javier Maldonado